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IGUAL- DÁ (D)

Pleno invierno. Las calles están vacías yal fondo solo se observan difusas luces de farolas. Da miedo, la verdad. El silencio invade todos los rincones y lo único que quieres hacer, es huir, correr hasta llegar a un lugar seguro. ¿Lugar seguro? Si.


El otro día ponía la televisión mientras me hacía unas contundentes tostadas de aguacate y un buen capuchino. Hablaban de violencia, de maltratos, de violaciones, de muertes. Me parecía increíble que en pleno siglo XXI estas situaciones fuesen reales. No quería creer, no podía pensar que nos podía invadir una sensación de inseguridad y peligro al andar por las calles de nuestra ciudad/pueblo o de donde quiera que fuesemos. Qué no pudiésemos salir a correr, a plena luz del día. Si señores. A PLENA LUZ DEL DÍA. La gente ya no se molesta ni en esconderse bajo la cálida oscuridad que proporciona la noche (no estoy diciendo, que en ese momento sea lícito hacer lo que se hace, pero es más normal tener miedo a la noche que al día).

Me parece tan loco que gente piense (bueno, en este caso que no piense directamente) así... Qué no podamos fiarnos ya ni de quién tenemos a nuestro lado, lo siento Sandy (es mi oso enorme de peluche al que duermo abrazada) pero es así, pienso mientras miro si en uno de sus ojos tiene una cámara incrustada.

No quiero ser moralista ni mucho menos, pero es la cruda realidad la que nos azota con esas noticias y nos obliga a salir a las calles, a protestar por algo injusto y a tener miedo. Porque de verdad, yo hasta el día de hoy no había experimentado esa sensación.

Iba caminando por esa calle oscura, maloliente y desértica a un paso que sin duda, no era el habitual. En mi cabeza se iban amontonando imágenes de noticias de los últimos meses (que pese a la brevedad de tiempo, no eran pocas) cuando sin darme cuenta, ya estaba en casa.
Abrí la puerta. No quería hacer demasiado ruido. Intenté girar la llave de forma sutil sin éxito alguno. Ahí estaba él.
La persona más bonita que la vida me había permitido conocer y estaba conmigo. La cabeza se vacío de todas esas paranoias que me venían rondando la cabeza. Él, la única persona capaz de hacerme olvidar todo lo que pasaba en el mundo.
Me lancé a sus brazos y le besé como si no hubiese un mañana. Estaba tan agradecida de tenerle a mi lado...
Se me hace imposible pensar que existe gente mala (en abundancia, por si fuese poco)  que es tan distinta a él. Qué no posee su bondad, su peculiar forma de reclamar mimos, su forma de cuidar a quien tiene cerca, de darlo todo por la gente a la que quiere, sus eternas caricias, sus labios...

Ese era mi lugar seguro. El lugar donde quería estar toda mi vida.

(Y a todas aquellas personas, que os sentís maltratadas de una forma u otra, o que no os sentís valoradas, sabed que tenéis a otro "señorito X" esperando cruzarse con vosotras y haceros la vida un poquito más fácil).

 Ni una menos coquetas, ni una menos.

                                                         D.C

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